LOS FALSOS FUNCIONARIOS: ESOS DESCONOCIDOS.

Los que seáis funcionarios como yo sabréis de qué hablo cuando digo que para acceder a la plaza que ocupamos hemos tenido que estudiar una oposición y competir contra miles de aspirantes como nosotros, mientras muchos estábamos trabajando a la vez y otros no, por falta de empleo, y que ello nos ha llevado como mínimo un año de nuestra vida, si no más.Al final conseguimos aquello para lo que nos preparamos.Pero dentro de nuestro mundo funcionarial hay una categoría de “compañeros” que no aparecen definidos en la Ley de la Función Pública, pero que cada día son más y que sobre todo aparecen como setas en época preelectoral, son los “falsos funcionarios”: primos, hermanos, cuñados y otros parientes del politiquillo del Ayuntamiento, Diputación, Generalitat o de cualquier Secretario General, Director, Ministro o Presidente de turno, que han iniciado su “carrera funcionarial” como cargos de confianza durante los cuatro años del mandato de su “primo” para “asesorar” o cambiar los rollos de papel higiénico, y que curiosamente antes de las elecciones que correspondan acceden a la función pública a través, mayoritariamente, de un bonito concurso “a medida” en el cual lo que más puntúa es haber hecho un curso de cerámica en Quintanilla de Abajo.Quizás sí que deberíamos limpiar la Administración Pública, pero empezando por estos “falsos funcionarios” que con su sola existencia ya desacreditan el concepto básico de función pública. Podríamos continuar con tanto alto cargo inútil, que ha provocado que la figura de la pirámide funcionarial esté actualmente invertida y haya más jefes que peones, y acabar con las subvenciones a partidos políticos y sindicatos, que se supone que como asociaciones que son deberían subsistir de las aportaciones de sus asociados, ¿o no?. Con estas pocas medidas ahorraríamos más que con una nueva rebaja en el sueldo de los funcionarios. Y otro día hablaremos de las miles de prebendas de que disponen todos estos reyezuelos que hoy forman la clase política española, también denominada últimamente y con mucho acierto “la casta”, que provocan vergüenza ajena.
Un funcionario indignadísimo

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